2011/11/06

Y yo me pregunto...


Realizando mi cotidiana rutina de navegar por Internet, encontré un interesante comentario acerca de los continuados descalabros beisboleros  de Cuba por estos tiempos, escrito por el colega Glauber García Lara y publicado en el rotativo Guerrillero, de la tierra de los actuales monarcas de la pelota en la Isla, Pinar del Río.

Coincido con Glauber en la mayoría de los criterios y opiniones que esgrime, y doy mucho más valor a este artículo por la valentía en lo expresado, a sabiendas de que escribir de este deporte allí se torna bien complicado, y lo digo por experiencia propia.

Aquí les va, creo este tema tiene miles de aristas, pero por ahora los dejo con lo que opina este colega desde el Occidente de Cuba.


¿Quién quiere hablar de pelota?

No sé usted, pero yo no tengo deseos de ningún tipo; no por las derrotas en el Mundial y el Panamericano, tampoco por la vergüenza que resulta quedar terceros en un torneo mediocre como el de Guadalajara, sino porque como muchas otras veces, los reclamos de la afición corren el grave peligro de no ser escuchados.
¿Por qué se perdió?

El análisis técnico-táctico de los reveses es mejor que lo discutan los entrenadores que son, en definitiva, los más capacitados para tal menester.

No obstante, millones de fanáticos y otros no tanto, consideran que el problema de la pelota cubana no radica solo en la calidad de nuestras estrellas y el pensamiento estratégico de nuestros mánagers, el pozo oscuro es más profundo que el hoyo por donde cayó Alicia en el país de las maravillas.
¿Hay crisis en el béisbol cubano?

Definitivamente. La palabra espanta, nadie quiere escucharla, pero es tan real como que usted ahora lee esta diatriba.

La selección nacional no gana un torneo importante desde el 2005, no nos hace sentir orgullosos desde el Primer Clásico Mundial, de los resultados internacionales en las categorías inferiores tampoco podemos blasonar, y para colmo, la Serie Nacional decrece cualitativamente de manera exponencial año tras año; si esos no son síntomas de crisis, entonces que alguien me convenza de lo contrario.

¿Cómo cedimos tanto terreno?

Con los ojos cerrados. No vimos o no quisimos ver que el gigantismo de la Serie Nacional lejos de aportar, resta. Nos creímos ganadores con victorias insignificantes, quizás amparados por el efecto nocivo de una prensa histriónica que practica el resultadismo radical
(con honrosas excepciones) y, especialmente, por la inexistencia de un libreto de juego.

No se gana la pelota con la camiseta, la mística, la bandera o el corazón, se triunfa haciendo carreras, bateando, jugando inteligente, aprendiendo de los errores y con humildad.

Nos quedamos detenidos en el tiempo, mientras otros avanzan paso a paso y ya, o nos respiran en la nuca, o simplemente vemos como se alejan en la distancia.

Cada vez que perdimos ponderamos al contrario; Japón, Corea, Estados Unidos, República Dominicana y Holanda al parecer "encontraron" el Santo Grial del béisbol, mientras nosotros jamás reconocimos abierta y honestamente los problemas que tenemos, en cambio sustituimos directores a diestra y siniestra (seis en el último lustro), buscando la solución que nunca llegó.

¿Qué vamos a hacer entonces?

Pudiéramos comenzar por hacer cambios en la comisión nacional, principal responsable de lo que algunos consideran el Medioevo beisbolero en Cuba.

Su inmovilidad e incapacidad de reacción ante el retroceso hieren el orgullo que siente todo el pueblo por su deporte favorito.

A partir de ahí debemos trazar una estrategia que mejore el trabajo en la base, vital para el futuro del deporte (esto es aplicable al resto de las disciplinas), y que no se detenga hasta el alto rendimiento.

La Liga de Desarrollo tiene que jugarse al unísono de una serie nacional que pide a gritos una reducción de equipos para concentrar la calidad.

Hay que estudiar y aprender del resto, especialmente de aquellos que juegan en las Grandes Ligas, ya sean de Estados Unidos o Japón. Conocer sus sistemas y aplicarlos sin perder nuestra identidad y estilo, es una prioridad.

Tenemos que enfrentar a nuestros mejores jugadores con los mejores de otras latitudes, en topes de confrontación ante profesionales de nivel mundial, implementando un sistema, convenio o mecanismo que les permita jugar en ligas extranjeras durante un tiempo y después nos representen cabalmente en eventos internacionales.

Necesitamos evolucionar, y tiene que ser ahora.

¿Acaso se necesita otro resultado de escándalo como el de ahora para reaccionar?

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