2012/03/23

La inmensidad de Roberto Clemente


Por MIGUEL ERNESTO GOMEZ MASJUAN (Especial para Pasaje Deportivo) 

Roberto Clemente lo tenía todo para triunfar en la pelota: bateaba mejor que nadie y ganó cuatro títulos ofensivos en las Mayores; además, defendía tan bien que lo premiaron en 12 ocasiones con el “Guante de Oro”. Durante 18 años el número 21 de los Piratas de Pittsburgh maravilló al universo beisbolero.

Desde pequeño Roberto comenzó a practicar deportes, en su natal Carolina, en Puerto Rico. En un inicio el chico prefería el atletismo; sin embargo, no pasó mucho tiempo para que la pelota terminara por acaparar todo su interés.

Poco a poco su nombre fue conociéndose en el béisbol amateur y más tarde con el club profesional Cangrejeros de Santurce. No hubo que esperar un largo período para que sus habilidades naturales convencieran a los directivos de los Piratas de Pittsburgh, de las Grandes Ligas.

Jugar para los Piratas probablemente no fue el sueño inicial de Roberto, pues este era un equipo mediocre de la Liga Nacional, que acumuló amplios récords negativos durante la primera parte de la década del cincuenta; pero la llegada de Clemente cambiaría por completo el rostro de la franquicia.

En los primeros cinco años en las Mayores quizás algunos se decepcionaron con el boricua, porque solo en una ocasión terminó con un promedio superior a  300. Tal vez no todos comprendieron en ese momento que Clemente necesitaba tiempo para adaptarse. Una vez que lo hizo, los jits se multiplicaron y Roberto llevó a los Piratas a la Serie Mundial de 1960.

Ese año Pittsburgh ganó la Liga Nacional, mientras los Yankees de Nueva York, representaron a la Liga Americana. Aquella Serie fue reñidísima y al final los Piratas ganaron el campeonato, al obtener una espectacular victoria en el séptimo partido.

La segunda participación de Clemente en la Serie Mundial fue espectacular. En 1971 los Piratas regresaron a la discusión del título, esta vez frente a los Orioles de Baltimore. En esa época ya Clemente era el principal bateador del equipo. A sus múltiples premios “Guante de Oro” había agregado cuatro coronas de bateo y los lanzadores de Baltimore se cuidaron mucho del boricua en la Serie; sin embargo, de poco sirvió porque Roberto conectó dos cuadrangulares y finalizó con un promedio de 414.

Luego del último out, los directivos de las Grandes Ligas determinaron, unánimemente, que él merecía la condición de Jugador Más Valioso de la Serie. Un año después, Clemente quiso probar una nueva faceta en su vida: la de director. En noviembre de 1972 se celebró en Nicaragua la vigésima edición del Campeonato Mundial de béisbol amateur y Roberto comandó a Puerto Rico.

Su liderazgo se hizo sentir en el torneo y la selección tuvo una buena actuación en el torneo, pues de quince desafíos ganó nueve; aunque quedó en la quinta posición; mientras Cuba volvió a levantar el trofeo de campeón, gracias al jonrón de Agustín Marquetti, en extrainnings, ante Estados Unidos.

La victoria cubana se concretó el 3 de diciembre. Tres semanas después el mundo conoció los efectos del devastador terremoto que destruyó el centro de Managua y provocó la muerte de 10 mil personas. Al conocer la noticia, el boricua de inmediato encabezó una campaña pública para recoger fondos, destinados a los damnificados.

En poco tiempo el total recaudado en Puerto Rico alcanzó los 150 mil dólares y varias toneladas de suministros. El propio Clemente quiso llevar esa ayuda; aunque su familia le pedía que se quedara en casa, porque el estado del tiempo no era el mejor. Clemente no escuchó los consejos y abordó el avión DC7.

El avión nunca llegó a su destino final. A las 9 y 23 de la noche del último día de diciembre de 1972, la aeronave cayó al mar, por causa del sobrepeso. Los equipos de rescate trabajaron intensamente, pero solo pudieron devolverle a Cristina Zabala, la mujer de Roberto, el maletín de mano que, apenas unas horas antes, ella había preparado.

La trágica muerte de Roberto Clemente conmocionó a todo el universo beisbolero. Hasta los que nunca se cansaron de criticar las posiciones del pelotero en contra de la discriminación que recibían los latinoamericanos en Estados Unidos tuvieron que reconocer la grandeza de un hombre que, en 18 temporadas, conectó 3000 imparables y 250 cuadrangulares.

En 1973, con la aprobación del Comisionado de las Grandes Ligas, Roberto Clemente fue exaltado al Salón de la Fama, en Cooperstown, por lo que se convirtió en el primer pelotero latinoamericano con un espacio en el llamado “templo de los inmortales del béisbol”.

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