Por NELSON DE LA ROSA RODRíGUEZ (Especial para Pasaje Deportivo)
Cuando la Serie Nacional, en su edición 51, marca sus primeras semanas, es imposible dejar de plasmar en blanco y negro algunas consideraciones sobre el Béisbol cubano, disciplina que una vez más dejó un sabor amargo en los aficionados.
A la clásica pregunta de “¿qué te pareció la derrota en la pelota?”, mi respuesta es: “Lo peor que le hubiera pasado al Béisbol cubano era haber ganado la medalla de oro”.
Si el equipo cubano fuera hoy Campeón Panamericano, las fotos sonrientes y las repetidas declaraciones de “siempre confiamos en la victoria”, “sabíamos que ganaríamos la medalla de oro”, todavía a estas alturas inundarían los espacios de la prensa escrita, los minutos de la radio y las imágenes de la televisión.
Ahora, que se siguió perdiendo y las derrotas caen con frecuencia se habla de “hacer un análisis serio en el Béisbol cubano”; y me pregunto: “¿Qué se estuvo haciendo hasta el momento entonces?”
A estas alturas todavía escuchamos criterios de llamados especialistas que dicen que el Béisbol cubano no está en crisis. Habría que aclararles entonces en qué consiste una crisis. Es cierto que se siguen ganando medallas, pero para Cuba solo vale la de oro y no ganarla representa una crisis. Medalla de plata ganó Brasil en el Mundial de Fútbol en 1950 y hubo suicidios en masa. Eso también fue una crisis.
Yo no tengo dudas. El Béisbol cubano está en crisis y para salir de ella hay que cambiar muchas cosas. Ahora Alfonso Urquiola está en el punto de mira de los aficionados. No obstante, Urquiola simplemente continuó una cadena en la que le antecedieron Higinio, Anglada, Lombillo y Eduardo Martín con resultados muy similares.
Confieso que me llené de esperanza cuando se dijo que el mentor del equipo Cuba sería el encargado de integrar la preselección nacional y más tarde conformar el equipo. En ese momento me dije: “Caramba, estamos haciendo las cosas bien. Vamos a darle toda la autoridad al manager y luego vamos a exigirle por el resultado”, tal como ocurre en casi todos los países con desarrollo en el deporte.
Pero mi esperanza se hizo añicos cuando el propio Urquiola anunció la nómina de 24 jugadores. Ahí empezaron las contradicciones. Por semanas, el manager dijo que su idea era llevarse solo dos receptores y un pitcher menos, pero a la hora de la verdad no fue así; el torpedero estrella de las últimas lides no tuvo un espacio y para rebosar la copa, en un grupo de 24 jugadores, no hubo ningún pelotero del equipo Pinar del Río, Campeón de la llamada Serie de Oro, que paradójicamente fue dirigido por el mismo hombre encargado de definir ahora el equipo.
Ahí me convencí de que la autoridad del manager pinareño era limitada y que en la integración definitiva, la suya era solo una opinión más.
Pero bien, no creo que valga la pena ponernos a analizar la labor del equipo en una devaluada Copa Mundial y luego en los Panamericanos. De esto ya se ha hablado y escrito bastante.
El equipo llegó hasta donde pudo. No tengo dudas de que fue el que tuvo más tiempo de preparación y si no es por un error pierde ante un Dominicana que se concentró tres días antes, y cuando enfrentamos a Holanda, un conjunto sin súper figuras, pero con un team work apropiado y un pitcheo inteligente, fuimos inferiores.
Más tarde, en los Panamericanos, Estados Unidos llegó a tener marcador de nocaut a su favor, aunque luego el juego terminó 12 carreras por 10. Ese equipo estadounidense ni se acerca a otros integrados en los últimos años, no obstante, fue superior a Cuba.
En mi opinión, un aspecto muy importante a tener en cuenta es la satisfacción por el juego, que en definitiva es lo que es el deporte. Se aprende de niño y cuando se va a los placeres, a las calles, uno se divierte pensando que no hay nada más importante en ese momento. Más adelante se organiza un poco, los sistemas de entrenamiento se perfeccionan... pero no deja de divertirnos. Es lamentable, pero los peloteros del equipo Cuba no se divierten, y eso es lo más doloroso.
Recuerdo que cuando Vicente del Bosque llegó a dirigir a los primeros “galácticos” del Real Madrid, les dijo: “Hagan lo que saben hacer y diviértanse haciéndolo”. Aquella generación del Real Madrid lo ganó todo.
Nuestros peloteros tienen muchas “presiones” encima y así es imposible tener una concentración adecuada. Incluso, antes de llegar a la competencia se produce un estrés muy grande. Ya dentro del grupo de preseleccionados comienza la preocupación: factores subjetivos, más allá de una forma física adecuada o no, les puede invalidar la permanencia en el grupo, y lo importante es que la decisión puede venir de una persona que está en una oficina muy lejos del terreno de pelota.
Ya dentro de la justa la presión aumenta. Saber que no se puede perder es algo traumático. En el deporte se gana y se pierde, esa es la regla desde tiempos inmemoriales, pero para los peloteros cubanos, tal como si fueran guerreros o miembros de un ejército, perder un juego no es tan simple y va mucho más allá. Una derrota en el Béisbol es como perder una batalla, perder una batalla es perder la guerra y perder la guerra es perderlo todo.
Así es imposible divertirse en el juego, y cuando en el juego no hay diversión, no hay disfrute, y si no hay disfrute, el espíritu deportivo está lejos, y si ese está lejos... entonces el fracaso es la “crónica de una muerte anunciada”. Quizás por eso las derrotas del equipo Cuba de Béisbol se ven venir con más frecuencia y cada vez resultan menos sorprendentes.
Para desarrollar el Béisbol ya se sabe cuál es la solución: Es necesario insertar jugadores en las ligas foráneas. Eso le daría al atleta un desarrollo superior al que le puede dar la todavía más devaluada Serie Nacional. Sería un incentivo adicional desde el punto de vista personal para los peloteros, y con la parte de los ingresos que le corresponden al país pudieran cubrirse los gastos para el desarrollo de las categorías infantiles, escolares y juveniles. No olvidemos que calzar, vestir y darle guante a un pelotero supera los 50 pesos convertibles.
Personalmente, creo que el desarrollo obligatoriamente pasa por ahí, pues no me parece que la Serie Selectiva sea la solución mágica.
No obstante, pienso que hay que volver a “formatear” la mente de nuestros peloteros (aunque esto vale para todos los deportes) y que vean el juego de pelota como lo que es. Verlo de otra forma, como una guerra o una batalla, simplemente no es deporte, y más que dar salud y bienestar, le hace daño al deportista, a los aficionados y al país.
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