2012/03/07

Recuerdos de los Mundiales de béisbol

Por MIGUEL ERNESTO GOMEZ MASJUAN (Especial para Pasaje Deportivo)

Por décadas fue el principal torneo de la pelota amateur; sin embargo, tuvo su última edición en 2011 y su lugar será ocupado por el Clásico. La despedida cubana de la Copa Mundial no fue la mejor, porque por tercera ocasión consecutiva el equipo perdió el juego decisivo. De seguro todos hubiéramos deseado un final diferente; pero nadie podrá borrar el gran papel desarrollado por las selecciones nacionales que alcanzaron 25 títulos mundiales. ¿Qué hechos recordaremos por siempre de ese evento?

La primera participación cubana en una Copa Mundial o Serie Mundial amateur, como le llamaron durante algún tiempo, ocurrió en 1939. El estadio “La Tropical”, en La Habana, acogió a la segunda edición del torneo y de ese primer período tal vez el hecho más significativo haya sido la final de 1941.

Cubanos y venezolanos se enfrentaron por el título y todos esperaban que Conrado Marrero, el gran “Guajiro de Laberinto”, liderara al equipo en la conquista del tercer título en línea; sin embargo, los sudamericanos, con Daniel el Chino Canónico en el montículo, tuvieron una tarde casi perfecta y enmudecieron a los fanáticos presentes en el estadio.

De La Habana pasamos a Santo Domingo, la capital de República Dominicana. En la discusión de la medalla de oro de la 17ma edición del Campeonato mundial, en 1969, chocaron Cuba y Estados Unidos. Durante siete capítulos el norteño Larry Osborne detuvo a la ofensiva antillana, mientras su equipo le otorgó la mínima ventaja.


Las esperanzas cubanas renacieron en el octavo inning cuando, con dos outs, colocaron a un hombre en la segunda almohadilla.  Entonces el joven director Serbio Borges, en una decisión muy arriesgada, permitió que bateara el lanzador Gaspar “Curro” Pérez quien había estado en el montículo desde el cuarto inning. El desenlace fue espectacular: el matancero disparó un jit y Cuba igualó el desafío.


Después Rigoberto Rosique trajo, con otro imparable, la carrera decisiva. El Curro cerró con mucha fuerza y en cinco innings apenas toleró dos indiscutibles, con cinco ponches propinados. Aquel triunfo, en el estadio de Quisqueya, probablemente clasifique entre los tres más recordados por los cubanos.


Un año más tarde, en Cartagena, Colombia, volvieron a enfrentarse Cuba y Estados Unidos, en una serie de desempate. El manager Borges decidió utilizar en el primer desafío al espectacular derecho José Antonio Huelga quien se enfrascó en un gran duelo con Burt Hootton. Pasaban los innings y la pizarra del estadio colombiano se llenaba de ceros, hasta que en el onceno capítulo los cubanos lograron marcarle dos anotaciones a Hootton y así consiguieron la victoria. Huelga lanzó completo y solo recibió seis imparables.


Al día siguiente se efectuó el segundo encuentro del playoff. Los estadounidenses tomaron rápidamente ventaja, por lo que Borges no esperó mucho tiempo y trajo a su mejor tirador durante el torneo. A pesar del lógico cansancio, José Antonio volvió al montículo, desde el quinto capítulo y controló la rebelión norteña; mientras la ofensiva antillana descifró al pitcheo estadounidense y produjo cinco carreras que fueron suficientes para Huelga quien después de ese magnífico trabajo recibió el epíteto de “Héroe de Cartagena”.

En 1972 la selección nacional jugó otro tenso partido ante los archirrivales de siempre: los norteamericanos. Nicaragua fue la sede del Mundial y los cubanos sorprendentemente cayeron ante los locales, por dos a cero. Por tanto, el último desafío, contra Estados Unidos, decidía el título. Este juego se extendió a extrainnings y en el cierre del onceno capítulo, con un hombre en circulación, vino a batear Agustín Marquetti.


De seguro pocos pudieron contener un grito, al escuchar la transmisión radial, en la que se describía cómo la pelota se perdía en la oscuridad de la noche nicaragüense; sin embargo, fue foul. Marquetti retornó a la caja y con un fuerte swing hizo viajar nuevamente a la pelota; pero esta vez sí pasó por zona buena y los campeones festejaron la retención de la corona.


En la década de los ochenta Cuba ganó los cuatro Mundiales en los que intervino. Seleccionar el triunfo más destacado vuelve a ser complejo, porque, por ejemplo, en 1980, en otro cerradísimo desafío, Braudilio Vinent contuvo a los japoneses y el jonrón de Antonio Muñoz propició la carrera con la que el equipo nacional mantuvo su condición de monarca indiscutible del béisbol amateur.


Luego, en 1988, faltó poco para que se perdiera ese reinado, ya que en la final el trabajo del zurdo Jim Abott frenó a la poderosa ofensiva cubana. En el cierre del noveno inning, el norteño cometió un error con Lourdes Gourriel. Su recta quedó en la zona alta y el espirituano conectó un enorme jonrón por el jardín izquierdo que igualó el desafío. Minutos más tarde, Lázaro Vargas, con su imparable, dejó tendido en el terreno al equipo norteamericano.


Nuestro rápido recorrido llega a los años noventa del siglo pasado y de esa década quizás lo más memorable en los Campeonatos mundiales sea el amplísimo despliegue ofensivo de los cubanos. En Edmonton, en 1990, Orestes Kindelán protagonizó la mejor actuación de un bateador en las 39 versiones del Mundial, porque consiguió la triple corona, con su promedio de 581, 25 impulsadas y 9 cuadrangulares, en tan solo 10 partidos.


El dominio cubano se mantuvo en los Mundiales de 1994 y 1998. Durante cuatro campeonatos en línea la selección nacional ni siquiera perdió un juego; sin embargo, esa realidad cambió a partir de la entrada de peloteros profesionales a todos los eventos. Las diferencias ya fueron visibles en la edición de 2001. Desaparecieron los KO y Cuba tuvo que jugar fuerte para vencer en los partidos finales a Japón y Estados Unidos.


Después vinieron las coronas invictas en las ediciones de 2003 y 2005. De seguro nadie imaginó que el título de 2005 sería el último. En 2007 y 2009 los cubanos llegaron a la final y en ambas ocasiones cedieron frente a Estados Unidos.


Antes de que se lanzara la primera pelota, en la edición de 2011, ya estaba claro que esa Copa Mundial, la número 39, marcaría el final de un torneo que cada vez despertaba menos interés. Cuba volvió a discutir el título y perdió dos carreras por una contra Holanda. Esa fue la peor manera de despedirse del Mundial.

Por casi ochenta años la Serie o Campeonato o Copa Mundial fue el principal evento de la pelota amateur. La selección cubana, sin dudas, resultó la más destacada, por sus 25 títulos, cuatro subcampeonatos y dos medallas de bronce. Ahora es el tiempo del Clásico; pero esperemos que la rica historia de la Copa nunca caiga en el olvido.

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