“Puede ser que estuviera un poquito por encima. ¡No era mucho! Mi forma
de lanzar, tan relajado, hacia suponer que las cosas eran sencillas y quizás
por eso algunas personas pensaban que lo hacía sin interés. Aunque a veces
había equipos que les ganaba tirando a 70 millas. Entonces me preguntaba: “¡Qué
pelota es esta!”. Mis compañeros decían que no estaba para jugar esta liga
porque ganaba como me daba la gana. No decía nada, pero aclaro, esa no fue la
causa de mi retiro.”
Parecía que tuviera dudas sobre qué “lanzar” pero tras fugaces segundos
aceptó el reto. “Sí, el lunes echa para acá”, respondió a mi intrusión
telefónica. Al arribar a su hogar, casi en la entrada de la ciudad de Pinar del
Río, y después de un pequeño preámbulo, me confesó que hizo una concesión pues
no le gustan las entrevistas… “¿La razón?”, pregunté. Y medio en broma medio en
serio respondió: “Los periodistas en Cuba no suelen publicar todo lo que digo”.
Duro y pegado fue ese disparo, pero reconozco que en zona de strike.
Luego bajó la velocidad, parecía slider, al rememorar y agradecer al pueblo
pinareño por el homenaje que le brindó en su despedida del béisbol activo. “La
gente me pregunta la razón por la cual no lloré y les contesto que soy muy
fuerte; además, estoy satisfecho con lo que hice y no tengo por qué llorar, al
contrario lo que tengo es que estar contento”, dijo y colocó el hipotético
conteo en dos strikes sin bolas. Pero lo mejor estaba por llegar…
-¿Cómo nació el bichito del béisbol?
-Ángel Forteza, que era entrenador de la Pre Eide, pasó por la escuela
y escogió un grupo de muchachos que quería jugar pelota y me sumé. Pero desde
que tengo ocho años estoy practicándola, primero en mi escuelita allá en Río
Feo, la zona rural donde vivía, que pertenece al municipio cabecera.
-¿Simplemente los recogió o les hizo alguna prueba?
-Siempre hacen una pruebita, pero imagínate a un muchacho de ocho años
no le puedes pedir mucho más que las condiciones físicas naturales. Aunque, de
los que fuimos a la Pre Eide o que estaban en ese tiempo: Daniel Lazo,
Rigoberto Madera, Abel Madera, entre otros, la mayoría llegó a series
nacionales y un buen por ciento hizo el equipo Cuba.
-¿Transitaste por toda la pirámide deportiva en Cuba?
-No, porque en la Eide, de los cuatro años, solo estuve uno. Allí un
entrenador decía que no tenía calidad y me botó. Era cuestión de criterio, pero
en el año 1996, después de ganarle a Japón el juego decisivo en los Juegos
Olímpicos de Atlanta (1996) —Estados Unidos—, todavía afirmaba que yo no
servía.
-¿Tuviste desavenencias con él?
-No… que yo sepa… Pero no era solo conmigo. También negaba la calidad
de Yobal Dueñas, Yosvani Madera y otro grupito más. Para mí que había algo de
racismo en su proceder.
-¿Siempre quisiste ser pitcher?
-No. Empecé jugando tercera y segunda. No era bueno al bate, pero
fildeaba bastante bien. Un día jugábamos en la Eide y tiré dos innings. Los
entrenadores me vieron y dijeron que me quedara como pitcher. Era en la
categoría 13-14 años.
-La Serie Nacional (SN).
-Debuté en la temporada 90-91, con 17 años. Aquello significó una
alegría tremenda, aunque venía del Mundial juvenil y sabía que iba a estar
entre los abridores de Forestales, recuerda que era la escuela de Vegueros, más
o menos como los Metros de Industriales.
-A propósito, ¿quién era tu ídolo?
-Luis Álvarez. No era estrella en Pinar pero jugaba con amor, deseo. Él
no tenía esas potencialidades que deslumbraban; sin embargo, hacía de todo en
el terreno. Era mi inspiración. Trataba de imitarlo, pese a que no jugaba la
misma posición.
-¿Sensaciones tras el debut?
-Entonces había en Pinar muchos pitchers de calidad: Omar Ajete,
Faustino Corrales, Jesús Bosmenier y otros. El salto resultó bastante normal.
Tenía poco que perder y mucho que ganar. Me acerqué más a los veteranos,
aprendí de las experiencias de mis compañeros, de Casanova (Luis Giraldo),
Linares (Omar), Madera (Lázaro), Fernando Hernández…
“Aunque el año del debut estaba ganando un juego como diez por cero en
la primera entrada y ahí mismo exploté sin que me conectaran. O sea, a base por
bola limpia. Me encabroné y dije a Juan Castro, entonces mi mentor en
Forestales, que no jugaba más. Fue con la cabeza caliente”.
-¿Cómo lo superaste?
-Fui para la casa y al otro día fueron a buscarme. Me dijeron que si
estaba loco, que cómo iba a abandonar. Accedí y en el siguiente partido lo hice
mejor. Ese año gané uno y perdí como siete. La otra temporada vencí en siete y
solo caí en cuatro o cinco oportunidades.
-Ese temperamento impulsivo ¿cuánto te ayudó o perjudicó?
-El atleta debe ser agresivo. Yo sentía que era el dueño del box,
aunque lanzara mal. Salía a ganar. Le encimaba la bola a los bateadores, a
veces adrede y otras se me iban. En la pelota debes sacar provecho hasta de lo
más mínimo.
“A veces les iba arriba y decía cosas. Ninguna grosería: ‘Tírale a la
bola o voy a poncharte’; al que correteaba en bases le susurraba: ‘Estás
corriendo mucho… te la voy a tirar al tobillo’. Mentira, pero se la tiraba cerquita
y el tipo se molestaba y lo sacaba de juego; y lo más importante, no robaba
más. Gané juegos así. Esos son detalles que valen”.
-¿De quién lo aprendiste?
-Solo. Aunque en Pinar estaba Juan Carlos Oliva, al cual vi lanzar
poco, que era un experto sacando de las casillas a los peloteros. Con eso se
nace, viene en el temperamento de cada uno.
-¿Lo veías cómo parte del partido o las disputas se extendían fuera del
terreno?
-No, únicamente era en el juego. Después éramos amigos.
-¿Ese poquitín de picardía está en falta?
-Sí. Hay lanzadores de calidad, pero no dan pelotazos. A veces hay que
tirarlos. Lo digo porque en ocasiones nos decían en el equipo nacional: “A este
tipo tienes que tumbarlo”. Si lo hacías allí, entonces en la provincia también.
“Quien tire duro y pegado tiene 95 por ciento de ganar y cinco de
perder. Esa es la mejor arma. Da lo mismo recta o curva, hace el mismo efecto.
Tiras suavecito y pegado, para no darle al bateador, y este se asusta. Así que
imagínate si viene a 95 millas”.
-¿Quién o quiénes contribuyeron en tu desarrollo en ese período inicial
en la SN?
-Román Suárez, además de entrenador de pitcheo fue director mío en
Forestales, Julio Romero y Jesús Guerra, este último en la Academia quería que
pitcheara como él y le dije que no. Entonces me dijo: “Si sacas outs pitchea
como te dé la gana”. Rogelio García también trabajó conmigo.
-En los albores de tu carrera se comentaba que tu pensamiento táctico
era limitado. ¿Qué puedes comentarnos?
-No era así. Cuando empiezas lo que más haces es tirar al home. Recta,
curva, lo que sea, pero esa es la esencia. Con el tiempo uno va desarrollando
el pensamiento. La vida es así. El problema es que en dos strikes sin bolas te
dan hit y te critican, pero si ponchas con recta al medio nadie habla.
“Actualmente, debes lanzar para que el bateador haga swing a la bola.
No puedes poner en conteo a los bateadores porque si lanzas 100 lanzamientos en
cuatro innings estás condenado a irte del box pronto”. (En Series Nacionales
existe una regulación de la cantidad de lanzamientos por partido)
-Infiero que gozabas disparando al medio en dos strikes sin bolas.
-Sí, al medio. Algunas veces me dieron batazos, pero muchísimas más
metí poncha’o.
-No pocos mentores indican desde la banca lo que tiene que lanzar el
pitcher, ¿lo hacían contigo? ¿es acertado?
-La mayoría de las veces lancé solo, hasta en el equipo nacional. No es
que no te digan lo que tienes que hacer en determinada situación. Pero que
desde el primer inning estén dando señas es incorrecto. ¿Cómo vas a pensar?
Está pensando el entrenador. Así no hay quien desarrolle el pensamiento
táctico.
-A propósito, ¿limitar la cantidad de lanzamientos es saludable?
-Creo que no. Es perjudicial. Antes no había tantas lesiones y ¿cuánto
se tiraba? En los años 80 puedes contarlos con los dedos. Ahora se lesionan más
con menos lanzamientos. Qué pasa, al tirar menos debes lanzar más seguido en
las prácticas.
“Extraer o mantener debe ser una decisión entre el director, el
entrenador y el pitcher. El manager sabe cuándo quitarte o no. Él lógicamente
pone el grito en el cielo si llegas a 120 lanzamientos y sabe que puedes
aguantar otra entrada o entre 15 y 20 lanzamientos más. Aun así está obligado a
quitarte”.
-¿En qué basabas tu repertorio?
-Recta y slider.
-¿Utilizar distintos tipos de lanzamientos es el camino más expedito a
la consagración?
-Tirar seis o siete es por gusto si no lo haces bien. El único en Cuba
que domina cuatro o cinco es Jonder Martínez; el resto, no todos, manejan bien
tres. Yo nada más empleaba la recta y el slider. Con eso dominé. Usé el tenedor
y era bastante bueno, pero no era mi fuerte.
-Varios jóvenes llegaron al equipo nacional y luego se lesionaron ¿Cuál
puede ser la causa?
-Algunos regresan a las provincias y creen ser Dios. No entrenan;
fiesta, vacilones y luego van y pitchean. Cuando tienen 20 o 21 años apenas lo
sienten, pero con los años sí y ahí viene la lesión. A esa edad, si haces bien
las cosas, no debes lesionarte. Ellos se descuidan demasiado y debe ser al
revés. Integrar el Cuba te obliga a cuidarte, pues no haces nada con hacerlo un
año y después pasarte diez sin hacerlo.
“Yo siempre entrenaba. Aun en vacaciones. Me tomaba tres o cuatro
botellas de ron y al día siguiente, a las nueve de la mañana, estaba corriendo.
¡Iba a correr con la botella en el carro y el tabaco! ¡Pero corría! Sin
embargo, había compañeros míos que no podían hacerlo porque al otro día estaban
matados. Si te gusta la bebida o el vacilón, entonces tienes que trabajar más”.
-¿Alguna vez tuviste dolor en el brazo?
-¡Jamás! El año pasado tuve una leve lesión en el bíceps; nada serio.
El secreto es entrenar.
-Entonces, ¿por qué el retiro con apenas 37 años?
-No había razón de seguir. Cumplí con Cuba, con Pinar del Río y hay que
brindarles oportunidades a los jóvenes. Ningún problema en particular influyó,
aunque la gente cree que lo hice porque tiré una sola entrada en el premundial
de Puerto Rico. Si los entrenadores decidieron eso… lo merecía. El objetivo era
que el equipo ganara y apoyé a todo el grupo.
-¿Te sientes en condiciones de seguir en el box?
-Sí, como no. Qué pasa, prefiero terminar bien que cerrar mal. Nadie
sabe lo que hubiera podido pasar este año. A lo mejor me caían a palos. Lo más
triste del mundo es que te abucheen en el estadio, después de haber dado tantas
glorias.
-En el último lustro daba la sensación de que estabas un peldaño
superior al resto, ¿coincides?
-Puede ser que estuviera un poquito por encima. ¡No era mucho! Mi forma
de lanzar, tan relajado, hacia suponer que las cosas eran sencillas y quizás
por eso algunas personas pensaban que lo hacía sin interés. Aunque a veces
había equipos que les ganaba tirando a 70 millas. Entonces me preguntaba: “¡Qué
pelota es esta!”. Mis compañeros decían que no estaba para jugar esta liga
porque ganaba como me daba la gana. No decía nada, pero aclaro, esa no fue la
causa de mi retiro.
-Las comparaciones suelen ser inevitables, ¿el béisbol en los 90 y en
la década que acaba de culminar?
-En los 90 había más calidad. Se jugaba con aluminio, las pelotas eran
de menos bote, pero destacaba la entrega de los peloteros. Ahí todo el mundo se
comía la bola. Ahora hay muchos que batean en los entrenamientos y luego en la
serie no lo hacen. ¡Qué pasa! Hay hoteles. Hay refrescos. O sea, hay más
comodidades y algunos peloteros están para comer y coger los refrescos, poco
les importa si el equipo gana o pierde. Incluso, cuando vas a colocarlos te
dicen que se sienten mal.
“Hay que hacer como hizo el fútbol. Los primeros ocho lugares para los
hoteles, los otros hacia alberguitos para que guapeen y busquen subir en la
siguiente temporada. Que los dos últimos lugares bajen y los dos primeros de la
otra liga suban. Eso es lo que hay que hacer para que la gente se apriete de
verdad los pantalones.
“Eso es igual que si soy el primer pitcher debo tener un estímulo más
que el noveno lanzador. No sé cuál puede ser. Pongo otro ejemplo: la dieta.
Ganas diez juegos y cobras lo mismo que los que no ganan. ¿Por qué? No debe
ser. No, mi hermano, si no ganaste no tienes dieta. Hay quienes juegan los 90
juegos y otros apenas cinco y cobran lo mismo. Hay que encontrar la manera de
que digan tengo que pitchear o tengo que batear”.
-Hay dos paradas obligadas en tu carrera internacional: los Juegos
Olímpicos de Atlanta 1996…
-Lo más importante. Incluso más que el I Clásico. Prácticamente fue mi
primer año en el equipo nacional y la primera olimpiada. Además, lanzar el
juego final, casi de novato, eso es increíble. Es mi campeonato preferido.
-…Y Sydney, cuando abriste en el choque por el oro y al menos, pienso
yo, que no te tocaba iniciarlo.
-Pensaba lo mismo… A veces los directores recuerdan frases. El
Comandante -Fidel Castro-, antes de irnos, me puso la mano en el hombro y dijo:
“Tú eres el pitcher de los americanos”. Allá yo fui relevista y lancé casi
todos los días. Parece que el mentor, Servio Borges, se acordó de aquellas
palabras y dos horas antes del juego final me comunicó que era el abridor.
Asumí y subí al box, pero me dieron dos líneas y me sacaron… y perdimos. Para
mí yo no era el pitcher de ese juego. Creo que debió ser José Ibar. Pero bueno…
-¿El I Clásico?
-Es uno de los sucesos más grandes de la historia de la nación. Fue una
experiencia nueva el compartir con jugadores de Grandes Ligas. Sin embargo, lo
que más me gustó fue que les dimos una galleta sin mano a muchos periodistas
que decían que Cuba no… Había unos cuantos que no creían en nosotros.
“Siempre pensamos que podíamos. ¿Por qué no? Algunos los justifican a
ellos, pero a los pocos días empezaron en las Grandes Ligas y estaban bien, así
que no tuvimos ventajas. Estar juntos fue bonito. Nos trataron superbién, sobre
todo los dominicanos, a pesar de que perdieron con nosotros”.
-¿Lo qué más te impresionó de los peloteros ligamayoristas?
-Saben su función dentro del equipo. El que debía sacar un out, lo
hacía; el que salía de emergente a tocar la bola, también. Esa parte técnica la
dominan a la perfección.
-Se dice que no sienten igual la camiseta.
-No, no, eso no es cierto. Todo el mundo siente la camiseta, si no, no
te la pones. El que no quiso ir… no fue. Y no pasó nada.
-Después del I Clásico los resultados involucionaron. ¿Por qué?
-La mayoría de las derrotas fueron en la final. Coger segundo lugar es
bueno; lo que pasa es que estamos acostumbrados al primero. De ese año para acá
no topamos y debe hacerse.
“Todos los entrenamientos son en La Habana. No puede ser. Se hacen los
cortes de la preselección respondiendo a un criterio interno. Los atletas solo
se miden entre ellos. Lo ideal sería probar a quienes se juegan el puesto
contra rivales de otras naciones. A veces, no siempre sucede, los jugadores de
la misma provincia se ayudan en la preselección.
“Si a partir de ahora no topamos, no pienso solo en ir, sino en que
también vengan, no vamos a ganar. Podemos jugar entre nosotros 500 partidos,
esa no es la solución. Hay que enfrentar rivales de nivel. Antes no perdíamos.
Íbamos y jugábamos contra Japón. Luego a México y estábamos 15 días en Pastejé
confrontando a la gente de allá. Después que dejamos de ir a Japón empezamos a
perder.
-En esa búsqueda incesante de topes, ¿no sería provechosa la Serie del
Caribe?
-Ojalá Cuba pueda insertarse. Los peloteros de Grandes Ligas, al menos
un grupo apreciable, participa en ese torneo. La juegan porque saben que tiene
calidad y les ayuda para la pretemporada de las Mayores. Así pueden llegar en
mejores condiciones que aquellos que prefieren descansar.
-Se especula que el entrenamiento en el equipo nacional es excesivo.
¿Es cierto?
-Demasiado para solo seis o siete juegos. Previo a la Serie Nacional
entrenamos dos meses para jugar alrededor de 100 partidos. Además, los atletas
ya vienen preparados de la SN, no hace falta tanto entrenamiento.
-Atendiendo a tu experiencia en la selección mayor ¿concuerdas con los
constantes cambios de directores?
-Lo ideal fuera uno cada cuatro o cinco años, para que pueda trabajar y
conocer mejor a los jugadores, de cualquier forma no pueden obviarse los
resultados.
-Un directivo notó en 2009, y así lo hizo saber, que el escauteoera
algo más que mandar a dos expeloteros a observar a los contrarios y después
informar. ¿El equipo Cuba escautea a los rivales?
-Sí. Estudiamos a todo el mundo; lo único es que los designados no
siempre son los idóneos. El scout tiene que saber de pelota y haberla jugado.
Alguien que explique en detalles, virtudes y debilidades del oponente. Deberían
ser un pitcher y un jugador de posición.
-¿Qué te pareció el software de escauteo diseñado en la Universidad de
las Ciencias Informáticas y aplicado en la Serie Nacional?
-Muy bueno, pero parece que a alguien no le gustó… y se acabó. Ellos
informaban acerca de las características nuestras y de los contrarios. Se lo
daban a los entrenadores. Lo que hacían luego los técnicos con aquello era otra
cosa.
“A propósito, dale un alto crédito a los muchachos de la UCI por el
resultado en el primer Clásico. Nos brindaron datos muy valiosos de cada equipo
y sus jugadores”.
-La reducción del calendario competitivo de la Federación Internacional
(IBAF) es inminente. ¿Qué opinas al respecto?
-Si no hay torneos internacionales qué iba a hacer jugando. Acá los
atletas buscan integrar el equipo Cuba por lo que representa y para ir a una
competencia importante; si no las hay, qué sentido tiene seguir.
-¿Mover peloteros hacia otras ligas sería oportuno para suplir
carencias?
-Sí, pero no todos. Debe enviarse a quien se lo ha ganado; no vas a
mandar a un muchacho con dos series nacionales y sin haber integrado el equipo
Cuba. Bien pudiera enviarse la base de la selección nacional. Seis o siete
jugadores de posición y tres o cuatro lanzadores, que puedan responder en la
competencia y luego sumarse al cuadro mayor.
-Regreso al Clásico, esta vez al segundo y puntualmente el encuentro
contra Japón que significó la eliminación en la segunda ronda. ¿Cómo valoras
aquel partido?
-Afectó cuando a Céspedes (Yoennis) se le cayó la bola, pero eso forma
parte del juego y a cualquiera le pasa. Creo que lo más dañino fue que en el
inning anterior iban a quitar a Maya (Yuniesky). Nos preguntábamos el porqué,
si estaba pitcheando perfecto. Aunque parezca que no, eso a todo el mundo lo
disloca. Cuando a él le dicen aquello se puso bravo y empezó a protestar. De
pronto le dijeron que sí, que iba a continuar. Eso te saca de juego.
“Tampoco estábamos preparados para Iwakuma. La información era que
lanzaría otro. Los japoneses tienen esa costumbre. Ponen a un pitcher un inning
e imaginas que es el matador; sin embargo, a los dos días te abre y da nueve
ceros. En apenas 24 horas no pudimos escautearlo. Lo otro es que no salieron
las cosas bien, pero no creo que sean invencibles”.
-¿A qué distancia estamos del béisbol japonés y de otros?
-Un poquito atrás. Reitero, es necesario topar contra equipos de
calidad; si no, no podemos mejorar.
-¿Un pelotero con más de 30 años es viejo y debe retirarse?
-No. Puede jugar hasta que tenga facultades físicas. La edad nada tiene
que ver. ¡Si tiene 40 y rinde…adelante!
- ¿Quedó algo por hacer en la pelota?
-No, nada. Lo hice todo.
-¿Serías pelotero si volvieras a nacer?
-Claro, pero mi deporte preferido es el baloncesto.
-¿Y por qué no lo jugaste?
-Porque era malo. Por eso no tengo más alternativa que responder que
volvería a ser pelotero.
-¿Trabajarás con pequeñines?
-Eso quiero. Muchos me critican y dicen que estoy bobeando; que trabaje
con adultos. Cada cual piensa a su manera. Ellos son más sinceros. A los
adultos les dices y a veces no lo hacen. Con los chamas nunca pasa, hacen lo
que les mandes. Además, al que le gustan los niños tiene más facilidad.
-Tienes dos hijas hembras. Buscarás los varones para que continúen tu
legado.
-No…no qué va. Esa es tarea de los yernos. Dicen que los nietos son más
hijos que los propios hijos.
-Una duda, ¿preferías en la SN enfrentar algún equipo en particular?
-No. Cuando me tocaba, contra quien fuera, le ponía. No le echaba más
ganas a Industriales, lo que pasó es que cada vez que chocábamos lo hacía bien.
A Industriales, La Habana y Santiago eran los equipos que mejor les lanzaba. En
el Latino sí me gustaba pitchear.
-Ahí la gente se metía contigo.
-Eso es rico…
Y sonrió. Mientras, se levantó para alcanzar un tabaco, una de sus
grandes aficiones, y bromeó con nuestro el chofer, que no desaprovechó la
ocasión para casi exigir la constancia gráfica del encuentro con uno de los
peloteros más carismáticos del béisbol cubano y que popularizó el “exótico”
número 99. ¡Ah! ¿Qué tiró? Recta al medio… y rectifico, no dudó. (Damián L.
Delgado-Averhoff)
1 comentario:
Una vez que le salió el pase para jugar en Australia me imagino que se quedó contento. Yo no se como hacen todos los jugadores para ir a tantos lugares en un mismo mes. Lo bueno para el es que el pasaje a Sydney está barato y la familia lo va a poder ir a visitar!
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