2013/02/26

CUBA en el Clasico Mundial: Intimidades de un fracaso

Por MICHEL CONTRERAS

Lo que viene son apuntes. Consideraciones generales en torno a un equipo que acaba de perder en el Clásico Mundial y ahora vive -del director a sus atletas- en el ojo del huracán de la afición. No espero, por supuesto, que estos párrafos reciban unánime respaldo. Pero son mis criterios, y a nadie los pedí prestados… 

-Algo debe quedar claro como el agua: hasta tanto se demuestre lo contrario, Holanda tiene una escuadra superior. Ya lo ha probado en cinco de los seis enfrentamientos más recientes. Porque el oficio es decisivo. Y porque un equipo no es un “hombre por hombre”, sino la sumatoria de sus aportaciones. Los cubanos gozamos de calidad, y ganas, y respeto por la camiseta que se viste. Pero faltan concentración y autocontrol, los verdaderos elementos que tenemos que aprender de la pelota japonesa.

-El publicitado juego chiquito limitó su presencia a situaciones de toque de bola, y varias veces se trató de ejecutarlo con un hombre inadecuado. Se intentó con Eriel, Abreu, Despaigne y Yulieski, casi siempre con malos resultados. (Por cierto, este cuarteto se ha sacrificado 38 veces en 17 229 comparecencias en Series Nacionales). Y es que el slugger no está para tocar la bola, sino para machacarla. Como mismo el chef de cocina no corta vegetales, ni el piloto reparte refrigerios. Sugerencia: volvamos a lo nuestro, que es el batazo contundente, y dejemos el toque para los contados momentos en que se justifica. 


Prestémosle, eso sí, más atención al hit and run y al robo, la paciencia en el home y el bateo hacia todas las bandas del terreno.

-He sostenido siempre que no se puede ganar un play off sin disponer de un líder definido en la rotación de lanzadores. Y que el pitcheo pesa mucho más que la ofensiva en los eventos cortos. Pero el staff de Cuba ni siquiera pudo alcanzar ese orden interno a que aspiran los managers, y hubo que relevar con el segundo abridor (Freddy Asiel), y que abrir un encuentro crucial con el hombre que debía encargarse de cerrarlo (Vladimir). Maltrecho como estaba, poco podía esperarse de un bullpen donde cinco figuras (Odrisamer, Darién, Alexander, Pedroso y Castillo) acumularon menos de tres entradas de faena. ¡Quién hubiera tenido un Pedro Luis en la plantilla!…

-Sigo aferrado al box. Hace poco, el ex manager de Sudcorea afirmó que “los días de los pitchers cubanos que lanzaban a 150 kilómetros por hora se han ido”. Y siento que por ahí empieza la cosa si se quiere subir la parada en el sector monticular: por instaurar una política de captaciones que haga énfasis en elementos como estatura y complexión física, en busca de muchachos con velocidad natural a los que puedan incorporarse luego el resto de las armas: a saber, control, repertorio y pensamiento táctico.

-Nunca me convenció el line up. Y, en su momento, lo escribí. Creo que el tercer madero se llamaba Frederich Cepeda, y habida cuenta de que el primer bate hacía aguas, José Miguel Fernández debió ser transferido a ese turno. Y Yasmani Tomás y Alexei Bell no podían ser elementos excluyentes. Ni Despaigne ir por detrás de Abreu en el ordenamiento.

-Cuando Andruw Jones pisó la goma y cayeron las cortinas del encuentro, enseguida supe que Yulieski Gourriel sería el foco de la cacería de brujas. Admirador confeso del espirituano (por el que he roto lanzas un sinfín de veces), he de admitir que se notó desconcertado, y que su buen hacer a la ofensiva terminó siendo anulado por sus inexactitudes. Los errores del “10” nos pesaron, y eso nadie lo puede ocultar. Pero el juego no se pierde únicamente cuando no entró a cubrir la base, o cuando no dobló hacia home, o cuando mofó el rolling de Jones. Porque cuando Gourriel encendió la chispa en el cuarto episodio, el gran Cepeda roleteó para doble matanza. Y cuando sucedió algo similar en el noveno, Frederich se ponchó con un envío afuera. Y, lamentablemente, Abreu dejó a cinco compañeros en las almohadillas. Y Arruebarruena no estuvo a su altura a la defensa. Y Víctor se inclinó por los novatos cuando el fuego amenazaba con achicharrarnos… Demasiados Marcos Pérez hubo en Buena Vista.

-El fracaso es una responsabilidad colectiva. No concuerdo con todas las decisiones de los técnicos, ni ellos concordarían con las mías si fuera al revés, porque la pelota es demasiado rica para aspirar al consenso generalizado. Víctor y su gente hicieron lo que les pareció oportuno, y desgraciadamente no lograron la recompensa que buscaban. Pero los jugadores (me repito y me repetiré) son los que salen al diamante, los que corren y lanzan y batean. Y es injusto echar todo el peso del revés sobre los hombros del mentor. Que, lo sigo pensando, ha hecho un buen trabajo, más allá de desplantes, incoherencias y gesticulaciones desmedidas.

-Para mí, la actuación no decepciona ni complace. Es, cuando menos, aceptable. Ganamos cuatro choques y perdimos dos –aunque ninguno de los triunfos haya sido un acontecimiento histórico-, y por primera vez en muchos años, el team Cuba bateó con fortaleza en un torneo internacional.

-Algunos no lo interiorizan todavía: se acabaron la era del aluminio, de Linares and Company y de aquellos torneos IBAF atestados de peloteros incipientes. Ahora jugamos contra profesionales, y de ellos no cabe esperar un naufragio masivo en lo moral o lo táctico. Apostarle al auxilio del azar y al error del adversario, es algo así como graduarse de inocente.

-Siempre lo digo: el segundo lugar de 2006 tuvo un efecto enajenante, al inducir la idea de que aún pertenecíamos a la aristocracia beisbolera. A mi modo de ver, para entonces se iniciaba un descenso que, por el camino que vamos, tocará fondo a la vuelta del tiempo. Y es que el inmovilismo de nuestro béisbol abre zanjas profundas en todos sus niveles. Desde la pelota de base al equipo nacional. Pero sus médicos de cabecera persisten en recetar analgésicos orales donde se necesita intervención quirúrgica.

-Hubo quienes me tildaron de pesimista y aguafiestas cuando dije en televisión que las victorias iniciales de Cuba eran alentadoras, pero no merecían el repique de campanas, porque el Clásico verdadero comenzaba en la segunda ronda. Una instancia que, desafortunadamente, no pudimos superar. Así pues, lo sucedido se me antoja triste pero no sorprendente, toda vez que ocupamos la plaza que objetivamente nos corresponde en el béisbol moderno. Entre el quinto y el octavo lugares. Que no es un espacio en la oscuridad del sótano, ni tampoco un soleado pedazo de azotea.

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