Por RAFAEL ROFES PEREZ
Hoy no les voy a hablar del béisbol cubano, ni de
las Grandes Ligas, ni del III Clásico Mundial y tampoco de los nuestros que
juegan pelota por todas partes. He preferido traerles una anécdota muy
significativa -y quizás inédita- que me sucedió en mis intentos de ser
“estrella” en el softbol para trabajadores, porque era realmente donde único podía
jugar.
Corría el año 1982. Laboraba yo en el periódico
Vanguardia, de la ciudad de Santa Clara, rotativo que mucho tuvo que ver en el
impulso de la bola blanda por aquellos tiempos y predios, tanto en lo
competitivo como en lo divulgativo. Fue una etapa de fiebre softbolística y
nosotros teníamos nuestro “invencible” team. No nos podíamos quedar atrás.
Fueron épocas en las que nuestro flamante director
de equipo, Jesús Pérez –uno de los fundadores de estas ligas obreras en la
ciudad de Marta Abreu-, trataba de encontrar topes por donde fuera. Claro, todos querían enfrentarse a nosotros, en
nuestra condición de periodistas, porque sabían de antemano que la propaganda
estaría garantizada y el que se destacara encontraría sin falta su nombre en el
diario.
Pero nosotros –ni cortos ni perezosos y con esa
ventaja “divina”-, escogíamos muchas veces a nuestros propios rivales. Por eso
jugamos varias veces con los softbolistas de la Fábrica de Cerveza de Manacas
–para garantizar la fría-, con los de la
Fábrica de Cigarros de Ranchuelo –para embolsillarnos nuestras cajetillas- y con los de la
Empacadora de Embutidos de Vega de Palma, Vueltas, para llevar mortadella o
jamón a casa, por solo citar tres ejemplos.
Pues bien, exactamente en conmemoración del 8 de
septiembre, Día Internacional del Periodista, pero de 1982, nuestro “poderoso”
conjunto Vanguardia se dirigió hasta el central azucarero Ifraín Alfonso,
perteneciente al municipio de Ranchuelo, para efectuar un duelo amistoso con
los softbolistas de aquel lugar y confraternizar entre buenos amigos. Y pos
supuesto, nos habían garantizado “comelata” y abundante cerveza a granel. Había
que ir como fuera.
Recuerdo que las gradas del estadio de dicho
ingenio –contiguo a la carretera- se llenaron poco antes de iniciarse el doble
programa. Toda la gente del batey fue a presenciar tan esperado espectáculo. Aquello
constituía una fiesta para sus pobladores y hasta aparecieron “ampayas” con
traje y todo para dar más brillantez al espectáculo e inspirar mayor respeto y
seguridad en sus decisiones.
Después de concluido el primer partido, en el que
actué como torpedero y lanzador en los finales –perdimos 6x5-, mi “avezado”
mentor Jesús me dijo con estas palabras: “Rofes, ralájate, ve a tomar cerveza –ya
habían colocado una “pipa” o tanque de cerveza al lado de nuestro dugout- que
tú no vas a jugar en el segundo, así que métele y disfruta”.
Eso hice, el no tenía que repetírmelo desde que
tomó la decisión de ponerme a descansar. Y “empiné el codo” como buen cubano a
sabiedas de que no solo había ido allí a jugar softbol, sino a beber, comer y
disfrutar en los posible cada momento.
Transcurridos varios minutos y cuando me encontraba
“tragando laguer” y dialogando con varios aficionados que se encontraban a mi
alrededor –yo no me alejaba de la pipa-, veo que viene corriendo Jesús y me
dice bien agitado: “Oye, dale, deja la tomadera y ponte a “catchear”, que a
Silvito se le “jodió” un dedo y no tengo
a nadie más para poner en esa posición”.
Figúrense, ya yo estaba pasadito de tragos. Nuestro
lanzador era Guillermo “Willy” Rodríguez, un hombre con sobrada experiencia en
campeonatos provinciales con Sagua la Grande y el Villa Clara de primera
categoría. La tiraba durísima, y ese día las huellas de su velocidad quedaron
plasmadas en mi mano izquierda, la que jamás había visto tan roja en toda mi
vida.
Fueron varios los lanzamientos que no pude atrapar
detrás del plato. A la mencionada velocidad y dificultosos envíos se sumaba mi
leve “borrachera” que estuvo por cuatro entradas en mi contra. Pero lo que nadie
ni yo mismo imaginamos sucedió al final de aquel desafío.
Los locales perdían 3x2 a la altura del séptimo
inning. Consumían su última oportunidad ofensiva –en softbol se juegan siete entradas-. Pero amenazaban con hombres
en primera y segunda -dos outs- y su cuarto hombre en el line up en el cajón de
bateo.
En conteo parejo de 2 y 2, Willy trata de cruzarlo
con su potente recta, pero la bola llega de piconazo, y claro, se fue hacía
atrás, prácticamente ni la vi… Y de repente no sé por qué levanté mi mano
derecha y acto seguido el árbitro introdujo una de sus manos en su bolsillo, me
entregó otra pelota y yo ni corto ni perezoso tiré a segunda para capturar al corredor
que se dirigía hacia esa posición.
Creo que hice el mejor disparo de mi vida y el
ampaya de segunda decretó a gritos el out, decisión que provocó la ira de los
contrarios y de los aficionados que se tiraron al terreno a protestar por
semejante barbaridad arbitral y la supuesta picardía del receptor.
“Ese catcher es un descara’o, tan flaco y tan tramposo. Así no se gana”. Me dijeron oprobios y yo aturdido y confundido
quería que me tragara la tierra en aquel momento.
Les digo que aquel juego terminó como la “fiesta
del Guata’o”. Imagínense que a mí me tuvieron que esconder en la guagua de
nuestro equipo, la gente me quería “matar”. El árbitro de home también tuvo que esfumarse
porque aquello se lo tomó bien en serio la gente allí, bien “encabronada” y
furiosa de verdad.
Lo que para mí deparaba un bello día con mi “drinking”
y “jamazón” garantizados, terminó en una pesadilla. Pero eso sí. Quizás sea yo
el único que haya estado involucrado en un tipo de jugada como esta –incluyo a
la pelota y el softbol-. Es realmente como una especie de récord bien difícil de
superar y poco probable que se pueda repetir, ¿no creen?
3 comentarios:
jajajajaja, Ta bueno eso jajajajaja
Que bien compadre.Tu como siempre recordando momentos anecdoticos ligados al deporte. Me alegra que pusieras sus nombres, ya no me acordaba de algunos de ellos. Esos nombres inolvidables: El Guajiro Jimenez,Pedro Mendez, Panchito, Gallo, Barrerita. Cuando lei tu reseña pensaba en que debias sacar del baul de tus buenos recuerdos, algunas anecdotas de ¨Cucaracha¨ ( el arbitro de multitudes), de los torneos de sofbol de la prensa o de los interbarrios que todavia alegran y ocupan un lugar significativo para los amantes fervientes del deporte en nuestra ciudad de Santa Clara.Gracias Hermano.
jajaja de madre el cuento eseeeee!!! como me he reido...!!!
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