2011/06/19

Huelga: el «1» de la pelota cubana


El venidero 4 de julio se conmemorará un aniversario más de la desaparición física de uno de los grandes serpentineros cubanos de todos los tiempos, para muchos el mejor, me refiero al derecho José Antonio Huelga Ordaz.

Recuerdo que la última vez que lo vi lanzar, fue en el estadio Sandino, de Santa Clara, en juego entre Las Villas y Azucareros, donde debutaba en las series nacionales, por los primeros, el espigado Roberto “Caña” Ramos.

Fueron muchas las hazañas de este tirador, por cierto dueño de un inigualable y peculiar “whine-up”, las que prefiero compartir con ustedes, en honor a su memoria, en un trabajo realizado por Osvaldo Rojas Garay en el 2009 en el periodico Vanguardia, que ilustra los pasajes mas importantes en la vida de este grandioso lanzador. (RRP)

                       
Muy rápido pasó José Antonio Huelga Ordaz por la vida. Apenas le había arrancado 26 hojas al almanaque, cuando un accidente de tránsito ocurrido en la carretera de Mariel puso fin a su corta, pero intensa existencia, el 4 de julio de 1964.

Y aunque ya han transcurrido tres décadas y media del trágico suceso, Antonio Muñoz Hernández,  todavía siente el impacto que le provocó la muerte del amigo que más de una vez lo acogió en su casa cuando tras largas jornadas beisboleras, al Gigante del Escambray se le hacía tarde y se veía imposibilitado de llegar a tiempo para abordar el medio de transporte que lo trasladaría hacia la finca Algaba, en Condado.

«Aproveché un pase que nos dieron cuando nos preparábamos para los topes en Holanda y Japón y fui a verlo al hospital de Sancti Spíritus, donde llevaba varios días ingresado debido a una sacrolumbalgia en una de sus piernas.

«Me dijo: «Guajiro, ya me estoy recuperando, dentro de algunos días iré a La Habana a verlos antes de que se vayan.»

«El  2 de julio llegó a la capital. Invitó a varios de sus compañeros a dar una vuelta por La Habana y por la noche durmió en mi cama, en el albergue número 2, que por aquel entonces estaba situado por la zona del left field del estadio Latinoamericano.

«Al día siguiente se marchó y el 4, cuando nos disponíamos a desayunar, se apareció Bernardo Navajas González diciendo:

«Caballeros, ¿ustedes no han oído la noticia? Por Radio Reloj están  diciendo que Huelga se mató en un accidente.»

«No encuentro palabras para expresar lo que sentí. Así de pronto, era  muy difícil aceptar la idea de que aquel hombre lleno de vida se nos fuera tan temprano. Ese día el béisbol cubano perdió a uno de sus más brillantes y corajudos lanzadores y, nosotros, los más cercanos, perdimos al hermano, al compañero jaranero que sobresalió también por su caballerosidad, su humildad. Pienso que por su calidad humana y deportiva le hacía honor al número que llevaba en el uniforme: el 1», afirmó el más descollante inicialista que han conocido las series nacionales.  

Muchas hazañas en poco tiempo

Pocos serpentineros, para no pecar de absoluto, hicieron tantas cosas en tan poco tiempo, como este astro del montículo nacido en el Central Melanio Hernández, de Tuinicú, Sancti Spíritus, el 14 de marzo de 1948.

Desde el lejano 1964 cuando defendiendo la causa yayabera llegó improvisado al box desde la esquina caliente para enfrentar a Camajuaní en una competencia provincial escolar, hasta su última aparición, el 9 de septiembre de 1973, en un tope CDR-MININT realizado en el «Victoria de Girón» espirituano, su nombre estuvo ligado a una buena cantidad de momentos cumbres de nuestra pelota.

En 48 horas, primero como abridor contra el fenomenal Burt Hooton y luego en funciones de relevista, derrotó dos veces a Estados Unidos en el play off decisivo de la cita del orbe de 1970, debido a lo cual fue catalogado  como el Héroe de Cartagena. Este desempeño influyó notablemente en su designación como Atleta del Año en Cuba.

Una tercera victoria (4x3) a costa de los estadounidenses se apuntó en los Juegos Panamericanos de Cali '71. Ese mismo año dejó en dos hits a la Selección de Estrellas que enfrentó a Cuba en la clausura del certamen mundial efectuado en nuestro país.

En campeonatos de casa ganó los partidos que le dieron a los Azucareros –representante de la antigua provincia de Las Villas- el título en las campañas nacionales de 1968-1969 y 1972 y salvó el encuentro decisivo de la Serie de los Diez Millones (1970).

También le propinó a Granjeros el sexto juego de cero hits cero carreras en nuestros clásicos beisboleros y trabajó durante veinte entradas frente a Occidentales en la Primera Serie de Estrellas (1968) en un desafío en el que se dio el gustazo de ponchar en el último capítulo a Urbano González, considerado el bateador de mejor vista en los campeonatos nacionales.

En siete contiendas del patio, en las que acumuló 73 triunfos y 32 descalabros, solo permitió nueve jonrones en 871 innings y un tercio. Todavía ostenta el mejor promedio de carreras limpias (1.50) entre todos los tiradores que han desfilado por el montículo en el periodo revolucionario.

«Usted cantó bien»

Abundan las anécdotas que ilustran la extraordinaria modestia y sencillez que caracterizó al Héroe de Cartagena. Particularmente me place recordar aquella que leí hace algún tiempo en un trabajo del colega Arnaldo Prado.
Taguasco y Caibarién se enfrentaban, en 1966, en un partido de exhibición, en el cual actuaba como árbitro Leopoldo Campos.

El juego arribó a la novena entrada con empate a cero carreras. Los caibarienenses, que eran visitadores, le llenaron las bases a Huelga con dos outs y el bateador en turno en cuenta completa de tres y dos. El siguiente lanzamiento a juzgar por los presentes fue un strike perfecto; sin embargo, Campos cantó bola y provocó una carrera forzada que a la postre resultó decisiva.

Años más tarde, al rememorar ese momento, el árbitro declararía: «Yo me demoré en levantar el brazo y cuando vine a reaccionar ya era tarde. Había convertido en bola aquel envío», y añadió: «El público me gritó cuanto pudo y algunos jugadores criticaron mi decisión, Huelga metió su guante debajo del brazo izquierdo y se marchó al dogaut sin pronunciar una palabra.

«Por la noche me dirigí a él y le dije: José Antonio ¿Qué te pareció el último lanzamiento del juego?...él me miró, puso una mano sobre mi hombro y respondió: Leopoldo, yo la vi por el centro, pero era muy bajita, usted cantó bien».

«Sus palabras --expresó Leopoldo-- me llegaron al alma, pues yo sabía que había cometido una injusticia.»

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